México, con su vasta biodiversidad, alberga una gran cantidad de flora y fauna que enriquece su territorio de manera única. Dentro de este exuberante ecosistema, existe una fruta poco conocida pero de gran relevancia en la región de Misantla, Veracruz: el cachichín. Este fruto, consumido desde tiempos ancestrales por los totonacos, sigue siendo una parte importante de la vida y la cultura local.
El cachichín, cuyo nombre científico es Oecopetalum mexicanum, es un fruto silvestre comestible que se encuentra principalmente en Veracruz y Chiapas, así como en algunas zonas de Guatemala. Pertenece a la familia Icacinaceae, conocida por incluir especies con semillas comestibles. El árbol del cachichín puede variar en tamaño, desde los 2 hasta los 25 metros de altura. Sus hojas simples miden entre 15 y 25 cm de largo, y de 7 a 10 cm de ancho. Las flores blancas del árbol son pequeñas, de aproximadamente 8 mm de largo. El fruto, inicialmente verde y luego café al madurar, tiene una forma globosa y mide de 2 a 3 cm de largo por 1 a 2 cm de ancho. Su semilla es amarga, de color café, y mide entre 7 y 9 mm de largo. Estudios recientes han demostrado que estas semillas tienen un alto contenido de grasas y proteínas, lo que les confiere un valor nutricional significativo.
Aunque no se han realizado estudios exhaustivos sobre el comportamiento ecológico del cachichín, la sabiduría tradicional de los «cachichineros», los recolectores de este fruto, ha sido fundamental para comprender su biología. Estos recolectores han documentado detalladamente los períodos de floración, fructificación, reproducción y polinización del árbol, así como las plagas que lo afectan y los métodos de cosecha y manejo postcosecha.
En el Instituto Tecnológico Superior de Misantla se han realizado investigaciones sobre las propiedades del cachichín. Se ha descubierto que posee propiedades antiglucémicas, lo que significa que puede ayudar a combatir problemas de diabetes, así como enfermedades del hígado y la vesícula biliar. Otras instituciones educativas, como la Universidad Autónoma Chapingo y la Universidad Veracruzana, también han mostrado interés en estudiar esta fruta local y sus beneficios potenciales.
En la comunidad de Pueblo Viejo, al sur de Misantla, existe una tradición campesina que maximiza el uso de los cachichinales, preservando así los bosques locales en lugar de destinarlos a la agricultura o la ganadería. Esta estrategia agroforestal ha sido esencial para la conservación del ecosistema en la región.
La cosecha del cachichín se realiza entre abril y mayo, y suele alternar años de alta y baja producción. El fruto se recolecta del suelo, seleccionando los de color café claro, y luego se deja secar a la sombra, lo que permite su conservación hasta por un año. Los árboles comienzan a dar fruto a los tres años de edad, y los cotorros son una plaga común que afecta a estos árboles.
En cuanto a su preparación, el cachichín se puede consumir tostado o hervido, a menudo con un poco de sal. Es una botana popular y también se utiliza para acompañar platillos como enfrijoladas y enmoladas. Además, se elabora una crema artesanal con este fruto, que se comercializa en Misantla y sus alrededores.
El nombre cachichín deriva del totonaca, de las palabras qachichin o kachichin, donde qa significa «lo que está arriba». Así, el término completo podría traducirse como «fruto pequeño que está arriba» o «fruto amargo». En Chiapas, el cachichín es conocido como cacaté y jamacuquiaca, este último nombre proviene del idioma zoque.
Este fruto, aunque poco conocido fuera de su región, representa una conexión vital con el pasado y una fuente de nutrición y cultura para las comunidades locales. El cachichín no solo es un testimonio de la riqueza natural de México, sino también de la sabiduría ancestral que ha permitido su cultivo y uso a lo largo de los siglos.