Cuenta la fascinante leyenda de la ciudad y puerto de Veracruz, en la cual se relata la existencia de una muralla que rodeaba la urbe. Esta estructura estaba conformada por imponentes baluartes, siendo el Baluarte Santiago el único vestigio que hoy día nos permite vislumbrar la distancia que separaba el mar y la tierra en el siglo XVII, así como comprender las defensas de la época en el país.

Para los amantes de las historias de bandoleros y piratas, una visita al Baluarte Santiago se convierte en una experiencia imperdible. Este baluarte, que formaba parte de una muralla que protegía a Veracruz de los ataques de piratas entre los siglos XVII y XIX, es lamentablemente uno de los pocos vestigios que subsisten de aquel periodo. La ausencia de imágenes y fotografías, sumada a los cambios urbanos, ha llevado a la pérdida del resto de esta histórica muralla.

En cuanto a la construcción de la muralla que defendió a Veracruz de los ataques piratas, los historiadores señalan que su edificación inició alrededor de 1634. Aunque los primeros baluartes, como La Caleta y El Polvorín (actualmente Santiago), fueron erigidos en esa época, la muralla tomó varios años en completarse debido a la escasez de rocas y la necesidad de utilizar madera en su construcción. Mientras la ciudad se fortificaba, se enfrentaba a los ataques de piratas notorios como Laurens de Graaf, alias Lorencillo. Sin embargo, debido a las limitadas estructuras de defensa, Lorencillo logró invadir Veracruz, obligando a los residentes a construir una muralla más robusta.

La mampostería, un sistema constructivo en el cual ladrillos, bloques o rocas se superponen y ensamblan con cemento, cal, arena o agua, se introdujo en 1735, después del ataque del pirata Lorencillo en 1638. Fue en el siglo XVIII cuando se consolidó la idea de construir la muralla, que tardó prácticamente 100 años en completarse, de 1700 a 1790, más el tiempo requerido para erigir los primeros baluartes.

La muralla tenía una longitud de aproximadamente 2 kilómetros y 600 metros, un grosor de 84 centímetros y una altura cercana a los 3.3 metros. Contaba con nueve baluartes para la vigilancia y artillería de la ciudad. Actualmente, solo el Baluarte Santiago ha sobrevivido al paso del tiempo, mientras que los demás, como San José, San Fernando, Santa Bárbara, Santa Gertrudis, San Javier, San Mateo, San Juan, La Concepción y Santiago, han desaparecido.

Dentro de la muralla se desplegaba una ciudad que albergaba la plaza de armas, la Casa de Cabildo o Palacio Municipal, la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, Los Portales, varios conventos (San Francisco, Santo Domingo, Compañía de Jesús y la Merced) y hospitales (San Carlos para hombres y Loreto para mujeres, San Sebastián para los hermanos Betlemitas). La muralla no solo protegía la ciudad, sino también los asentamientos humanos fuera de ella, permitiendo el acceso únicamente durante el día y cerrando las puertas por la noche para prevenir sorpresas o ataques.

La demolición de la muralla de Veracruz inició en el siglo XIX, por orden del presidente de México Benito Juárez. La intención era utilizar el material de la muralla para construir o reforzar las viviendas de los pobladores de esa época. Las autoridades justificaron esta decisión argumentando que la estructura alta impedía la ventilación, generando condiciones insalubres en la ciudad. Así, la muralla, que durante siglos había protegido a Veracruz, fue desmantelada, contribuyendo al desarrollo de la comunidad.